martes, 15 de mayo de 2012

In memoriam Carlos Fuentes


En la tarde  al  conectarme  a   internet me encontré  con la  lamentable  noticia  del  fallecimiento de  Carlos Fuentes. Me sentí  un poco sorprendido, ya que por   la mañana  en el periódico    había  leído con  gran gusto la  segunda  parte de   uno  de los  artículos que   publicaba   de vez   en cuando.

  Hace   muchos  años  tuve la oportunidad de  conocer  Carlos   Fuentes,  al verlo  no pude  evitar  saludarlo   y  comentarle   que    había  disfrutado  mucho,  algunos de  sus  artículos y  libros, de inmediato me  preguntó sobre  ellos. La  enorme paciencia del escritor  permitió  que  el comentario se  convirtiera en una  platica que duró   alrededor de  treinta minutos. Al  finalizar  me  dijo: "muchas  personas me  felicitan  por mi obra, pero en realidad  muy pocos  la  han leído;  cuando alguien  que realmente  la  ha leído me   felicita,  es  cuando  cuenta".   A  partir de esa ocasión  se presentaron  algunas  otras oportunidades de volver  a conversar, en una  de ellas  tuvo el  gran detalle de  dedicarme algunos de  sus   libros, que desde  ese  entonces  conservo con gran cariño.
  

En las  próximas horas no  faltarán   sesudos análisis  sobre  su  obra, su    fallecimiento será noticia en los  titulares de todos los   diarios nacionales, se  destacarán  con toda  justicia  las virtudes   que tuvo  como escritor y también, probablemente, se presentaran algunas   voces  criticas..

Personalmente me  quedo  con el  recuerdo  de un ser  generoso, atento, cordial,  dueño  de una erudición   enciclopédica, gran amante de la música, y la fiesta brava,  entendía  a México  como una  parte del mundo y no  como una  excepción, eterno  admirador de la cultura francesa, de la belleza femenina, del  buen  beber  y del  buen comer. La  vida  le  ofreció todo  lo  que  un  hombre  puede  desear  y al mismo tiempo lo  enfrentó al mayor  dolor  que  se  puede  sufrir  en este  mundo.    Descansa en paz  Carlos Fuentes

martes, 8 de mayo de 2012

Contratiempos


En las  últimas semanas se ha  hecho imposible   contar con el  tiempo para darme el  gusto  de visitar  con la frecuencia  acostumbrada   las páginas electrónicas que acostumbro leer, mucho  menos he  tenido   la oportunidad de  actualizar debidamente el  blog. A   los mil y  un motivos que  normalmente me  obligan a posponer tan  gratas  actividades, se   añadió, uno  que  surge como  consecuencia  de   los  imponderables   de la  naturaleza. El  día  20 de marzo nos  sacudió un temblor,   aunque  los  movimientos telúricos  se presentan de manera frecuente en la ciudad, tenía   tiempo  que   no se  sentía uno  tan fuerte. El  Servicio Sismológico   Nacional   determinó  que se trató de uno de 7.4 grados  Richter .  Afortunadamente los  daños estuvieron muy  lejos de los provocados por el sismo del  85, aun  así,  en las  zonas tradicionalmente vulnerables no dejaron de  presentarse algunos  inconvenientes. 






   De las amenazas a las  que se encuentran   expuestas las bibliotecas,  las  inundaciones,  plagas, e  incendios han   sido tratadas  exhaustivamente. Es posible  enterarse sobre las medidas de prevención, igualmente   se encuentran disponibles los protocolos  que hay  que  seguir  para  minimizar  los   daños.  En el  caso de los  temblores se  tiene muy  poco, probablemente se deba a que por una parte  el  fenómeno se ciñe a regiones muy  especificas y  por otra,  normalmente no  hay  términos  medios,  o no causan ningún problema  o se presenta un verdadero desastre,  donde  no  queda  nada  por   hacer,
     Del  pasado evento se comparten algunas  experiencias, esperando   nunca les sea necesario aplicarlas.
La   principal medida  de prevención, es  evidente,  hay que fijar de manera  adecuada  los  libreros. El  anclaje  usado normalmente  había   soportado  los  temblores de  las  ultimas  décadas, es decir  no mayores a siete     grados,  pero no  resistió  uno de mayor  magnitud. Es peligroso   olvidar  -a mí me  pasó-   que  un librero de  2.20 x  .80  m.  puede pesar cuando   menos  media   tonelada,  peso  que  se ve incrementado una  vez  que comienza a moverse.
 Para aumentar  el anclaje se  colocó   una  barra de acero  a  lo  largo  de   la  pared  con el fin de  soportar  y  fijar todos  los libreros  de  una  zona  para  que  actúen como   un único  bloque  al momento del temblor, también  se  pusieron  esquineros  y ménsulas  de  acero con el  fin de evitar el balanceo de adelante  hacia atrás, tratando que permanezcan en todo momento  unidos a la  pared.     Para impedir cualquier desplazamiento  izquierda-derecha se fijaron rectángulos de madera   en cada  una  de las  esquinas  interiores. 

 Es muy  importante levantar  lo más pronto posible  los libros  para  evitar  mayores daños,  es muy  probable  que se  deformen   por  el peso  que  tienen  que  soportar, sobre todo  que muchos de  ellos cayeron de la peor  manera. Al  mismo  tiempo hay que aprovechar  para limpiar  cada  uno del   polvo  y  sobre  todo de los  vidrios o  algunos  otros  materiales.  El  daño  que  sufren  los   libros   va   en  proporción  directa  a  su peso,  mientras  mas  pesados  sean resultan más  afectados, lo  mismo  sucede  con  el  formato.   Se  notó también que  existe  relación  en  cuanto a la  encuadernación, los  libros con   encuadernación  rústica salen mejor librados

Aunque se  cuente  con un  registro de los libros, no siempre   se  actualiza  con la  frecuencia    deseable, por  eso será de  gran ayuda   contar  con  fotografías   recientes de la  biblioteca para  preservar la  disposición acostumbrada. Por alguna  inexplicable   razón  los libros  que  anteriormente  cabían  perfectamente en un librero  ahora  ya no lo  hacen.

Es crucial colocar a la mayor  brevedad  los  libreros en  su sitio original,  de  otra manera mientras  más nos  tardemos, mayor  será  el peligro.  Todo inicia  con  algunos   comentarios  aparentemente inocentes   como:  - Ya viste  que ahora entra  mucha luz-, - pero que  amplio se  ve, sin tanto libro-  y algunas otras frases similares que  asustan más que  cualquier  temblor.






Ya con la tranquilidad de ver reparados la  mayoría de los desperfectos, es posible  encontrar algún  lado positivo, como aprovechar la ocasión  para  hacer que las   necesarias depuraciones del  acervo  no resulten  tan dolorosas. También vale la pena mencionar la  aparición   de algunos libros,  que hacía  tiempo  se les había  perdido  toda   pista.  De  los  pendientes  que  quedan, por  fortuna   no  hay nada   que  no pueda  ser  resuelto  por  un  buen encuadernador.




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